Por el artista gráfico: Armando Gómez Romero.
(Técnica
Mixta)
Pequeño Bastardo,
el auto maldito de James Dean
Por Jaime Ruiz Ortiz
UNO
Cuando Stephen King
escribió su célebre libro sobre el auto asesino, Cristine, que luego se convertiría en una exitosa película, pudo
haberse inspirado en el auto maldito de James Dean.
El Pequeño Bastardo era el apodo con el que
James Dean bautizó a su Porsche 550 Spyder,
el día que se lo entregaron. Su amigo, el actor Alec Guinness, al conocer aquel
demonio, le lanzó una advertencia:
“Ese coche tiene algo de siniestro”, le dijo días antes del fatal accidente. Pero Dean pasó por alto aquel
aviso.
Dean estrenando su más reciente adquisición (Fotos:
Google)
“Si te metes en ese
coche, te encontrarán muerto la semana que viene”
Alec Guinness
Actor que años más
tarde daría vida a Obi Wan Kenobi, en la saga Star Wars
Corría el año de 1955, y en esos días, el
protagonista de Al este del Edén y
del que sería todo un éxito taquillero Rebelde
sin causa; acababa de filmar su última cinta: Gigante, y para celebrar el fin de ese rodaje, el aventurero y
eterno rebelde actor se marcharía para acudir a una carrera cerca de San
Francisco.
La noche anterior dejó
su gato en manos de Elizabeth Taylor, “por si algo malo me ocurre” —le expresó
a su amiga actriz de ojos violeta.
Antes de ir a la
carrera había llevado su automóvil a los talleres Competition Motors para poner la máquina a punto. Acompañado de su
mecánico y amigo, Rolf Wutherich, un alemán enviado por Porsche para
apoyar a los nuevos propietarios estadounidenses, decidió hacer unos kilómetros
con el coche… Se le olvidó encender las luces.
Plateaba la tarde del
30 de septiembre de 1955. James Dean conducía en la autopista de Salinas, en
Paso Robles, California, y entre las rutas 41 y 46, la muerte se le atravesó en
su camino a las seis menos diez de la tarde, vestida de un Ford Custom Tudor,
conducido a gran velocidad por el joven estudiante Donald Turnupseed.
“Ese chico tiene que parar… Él nos verá”
Fueron las últimas palabras de Dean
Colisionaron frontal y
lateralmente. Dean intentó esquivarlo, pero el actor murió casi de inmediato al
romperse el cuello.
Por irónico que
parezca: un anuncio publicitario que advertía sobre los peligros de la
velocidad fue su último trabajo. Sin poder llegar a ver sus últimas dos
películas, Dean había esculpido en las páginas de la eternidad, su epitafio: Vive rápido, muere joven, y deja un cadáver
hermoso.
—No vi venir a Dean
por el carril opuesto —declararía más tarde el conductor del Ford.
El resplandor de
aquella tarde y el color plateado del Bastardo
habían cobrado su primera víctima documentada.
DOS
Dicen
que el Bastardo tenía una maldición
que comenzó el mismo día en que Dean murió y se remolcó el Porsche en un
camión: el chofer murió aplastado por el mismo auto durante su traslado.
Después, un especialista en la preparación de
autos para Hollywood compró el automóvil (o lo que quedaba de él) en 2 mil 500
dólares. Cuando llega a su taller cae y le rompe las dos piernas a uno de sus
mecánicos.
Se dice que George Barris, su nuevo dueño, se lo
presta a la Patrulla de Carretera de California, para que lo exhiba como
muestra de lo que la imprudencia puede hacer. La noche anterior a que lo
trasladen, el garage de Barris se
incendia, quedando quemados y destruidos todos los autos, menos The Little Bastard.
Parecido a la película Cristine (que: cuenta la historia de un automóvil aparentemente poseído
por fuerzas sobrenaturales, novela publicada en 1983 y llevada al cine en ese
mismo año) escrita por King, en donde su dueño lo transformó en un cubo de
hierro en una máquina para hacer chatarras. Barris, asustado, incrédulo, intentó
por todos los medios deshacerse de aquel demonio,
y decide venderlo por piezas entre los aficionados a las carreras.
Ya dividido aquel demonio en partes: El comprador del motor del Little Bastard muere en un accidente en la misma carrera en la que
debutaba.
Días más tarde se accidenta violentamente
William Eschrid, que había adquirido la transmisión, quedando en estado de coma.
Comienza a circular un extraño rumor que culpa a la ex novia de Dean,
Maila Nurmi, conocida como “Vampira”, y que fue abandonada por el actor cuando
este alcanzó la fama, de ser la causante del accidente a través de ritos de
magia negra. El propio Dean años atrás reconocía en una entrevista la atracción
que esa chica tenía por las fuerzas de la oscuridad, y el dinero con el que se
compró “Little Bastard”, iba a ser para comprar la casa de ambos.
El volante del Porsche de Dean se lo quedó Barris.
Un joven pierde un brazo al intentar robárselo.
Los neumáticos de aquel Bastardo fueron vendidos a otro joven, que a bordo del infierno
sobre ruedas en que se había convertido su auto, se accidenta cuando se le
revientan las dos ruedas (explotaron al mismo tiempo, se dice). El accidente
ocurrió debido a un desperfecto en las gomas de los neumáticos —explicaron más
tarde especialistas.
Por último, todo termina en 1958, cuando Barris prestó
la carrocería que fue trasladada para otra exposición en Miami, pero el camión
que lo transportaba desapareció. Jamás se supo del paradero del Maldito Bastardo de James Dean. Tampoco
el paradero de quienes pudieron haber sido sus futuros dueños, de quienes nadie
conoció su muerte...
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