Calor en la Sombra

“Calor en la sombra” no sólo es un álbum de la banda estadounidense de hard rock KISS, lanzado en 1989, y en donde se incluyen éxitos como “Forever”, “Cadillac Dreams” y “Hide Your Heart” (Esconde tu corazón), y en cuya portada Hot in the Shade (Calor en la Sombra) aparece una pirámide egipcia, que alegre se protege del ardiente sol con lentes negros.

“Calor en la Sombra” es el espacio de periodismo y difusión que ustedes estaban esperando, en el que aparecerán textos principalmente de mi autoría y a veces de amigos invitadoscomo artículos de análisis, frescos ensayos, crónicas, reseñas de libros, notas periodísticas, así como entrevistas, semblanzas o retratos de personajes del arte, la cultura, y por qué no, hasta de la política, entre otros temas de interés.

Así como algunos personajes pintorescos de dominio público y otros de la calle, que deambulan bajo la sombra del anonimato, y que en muchas ocasiones han aportado algo al mundo; aunque el mundo se haya olvidado de ellos.

Será también un espacio de difusión de otros blogs afines de periodistas y escritores amigos, plumas finas y lentes tenaces como el cronista Kristian Antonio Cerino, el periodista Víctor Ulín y el reportero gráfico Jaime Avalos, por mencionar algunos, relacionados a la causa, que viven y trabajan y respiran bajo la lluvia de fuego de Tabasco “Capital mundial del calor y los mosquitos”, donde la temperatura se dispara por encima de los 45 grados, y alcanza a la sombra, los 40. Tierra donde El sol se saca del bolsillo el día.

Ya sea en tu computadora, en tu BlackBerry o en un periódico que los publique, estos textos son ideales para disfrutar en la oficina, en el sofá de tu casa o en una hamaca… Siempre bajo el Calor que nos brinda la Sombra.

Sean ustedes bienvenidos, esta es su casa, pueden entrar en ella cuando ustedes gusten, o como dijera la canción de Eagles, Hotel California: “Puedes visitarlo cada vez que quieras, pero nunca lo podrás dejar…”

Atentamente:

Jaime Ruiz Ortiz

Fotografía de portada: Ricardo Cámara

Diseño de portada: Armando Gómez Romero

viernes, 21 de diciembre de 2012

Recordando a Ciprián Cabrera Jasso


‘Ya vino Santa Clós’




“Tú has escondido la luz en alguna parte”

Vicente Huidobro 



                                                            Fotografía de Francisco Cubas

Por Jaime Ruíz Ortíz

La noche que velaban al poeta Ciprián Cabrera Jasso, habían pocos jóvenes. El reciento se llenó de familiares, amigos, de gente de la pintura y la poesía y de políticos, pero no habían jóvenes que escriben. Alguien preguntaba si acaso Ciprián no tenía mucha relación con ellos. No lo creo así.

Lo invité una vez hace más de diez años a un taller literario para jóvenes “En busca del tiempo perdido”, que conducíamos en ese entonces algunos que empezábamos a hacer nuestros primeros versos[1].

Cada mes teníamos un escritor invitado que ―después de dar lectura a su semblanza y hacerle una breve entrevista― leía sus poemas y se encargaba ese día de conducir el taller. Habían llegado antes los poetas: Teodosio García Ruíz, Francisco Magaña, Miguel Ángel Ruíz Magdónel, Fernando Nieto Cadena, entre otros.

―“Qué voy hacer ahí, si nunca he estado en un taller… y mucho menos conducido uno”, alegaba el poeta cuando lo invité.

Pero ese domingo a la cafetería del Centro Cultural Villahermosa, Ciprián Cabrera Jasso fue el primero en  llegar, entusiasmado como el primer día que iba a la escuela, en compañía de su esposa; traía en la mano un morral lleno de poemarios inéditos.

―“La gente cree que los escritores lo saben todo” ―fue una de sus primeras respuestas.




Pero Ciprián, a fin de cuentas, era un hombre bueno y sencillo, bebía agua simple y le gustaban las galletas Cremas de Nieve sabor vainilla que, cuando se las ofrecimos en un plato, dijo: “Cómo saben que éstas son las que me encantan”. Ese día el taller rompió récord de asistencia: 36 jóvenes llegaron a escuchar, a convivir, a conocer a Pano.



Durante más de una hora, Ciprián Cabrera Jasso leyó sus poemas distribuidos en varios engargolados grises, que, adelantó el poeta, serían publicados en los próximos años en una serie de antologías que estaba preparando la UJAT.

Se rifaron libros suyos, que dedicó gustoso a los premiados. El poeta se marchó satisfecho; su corazón estaba lleno de esperanzas.

Fui a verlo seguido a un negocio llamado El Elotín, que Pano tenía en Paseo Tabasco. Ciprián formaba parte del consejo editorial de la revista Tierra Adentro y me había pedido que le llevara mis poemas para revisarlos. Nos sentábamos afuera, para tener una mejor vista. Tenía siempre en la mesa un libro distinto cada ocasión (poesía, filosofía, novela), con los que el poeta aprovechaba para matar el tiempo. Me llamó especialmente la atención un libro azul. Acerqué un poco la vista para ver el título, pero el escritor frustró mi intento, poniendo unas hojas encima. El tema, a la distancia, parecía “superación personal”. Tres días después me enteré del episodio en que el autor de Nadie detendrá el viaje quiso abandonar su sueño por segunda ocasión. La tercera sería la vencida.



Ciprián tenía un buen oído y un gran sentido del humor. Después de aquellos encuentros, una noche fui a un evento (junto a mi esposa María Inés Armengol y mi hijo Axel Francisco) a la Galería de Arte El Jaguar Despertado. Afuera, antes de entrar, Ciprián Cabrera venía solo caminando como cualquier mortal por los adoquines de la calle Sáenz, con su cabello blanco y su esplendorosa barba larga encanecida, vestido de rojo, pues pertenecía a la orden de los monjes ishayas. Traía una sonrisa como una bandera entre los labios.

―”Ahí viene Santa Clós”, dijo Axel.

Nos envolvió un sentimiento de pena con el amigo Pano, aunque a la distancia supusimos que el poeta no había escuchado nada.

Se acercó a nosotros. Me abrazó y saludó a mi esposa. Ciprián volteó a ver a Axel a los ojos y le dijo: “Jo, jo, jo. Ya vino Santa Clós”.

En su departamento forrado de libros no había televisor. Cuando le informé que le había llamado a su casa para algún asunto, contestó: “El teléfono sí sirve pero está desconectado el cable del sonido”.

Me sorprendió que nunca hubiera visto en su vida un partido de futbol, y que no conociera a jugador alguno: “Sigue hablándome de ese tal Maradona”, me dijo en un café, “y del gol que metió en el mundial el tal Negrete; todo eso me interesa”. Apuntó: “Nunca he visto un partido de futbol”.

En otra ocasión, estábamos en un evento en el Instituto Juárez, y como ya le decíamos Santa Clós, preguntó Inés en voz baja, casi en silencio, sólo a mí: “A Santa Clós no lo veo. ¿No sabes si vino?”.

Una voz nos tomó por sorpresa, soplándonos casi en el cuello: “Síii. Aquí estoooy”, nos dijo engordando la voz. Era Ciprián. Estaba justo atrás de nosotros, escuchándolo todo.



En el taller literario ‘En Busca del Tiempo Perdido’

El pasado 13 de febrero, en el marco de un homenaje estatal por su reciente ingreso como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, el rector de la Universidad Olmeca, Lácides García Detjen, su amigo, leyó una larga y divertida semblanza sobre el homenajeado, destacando sus andanzas literarias así como anécdotas juveniles. Mientras Pano reía cruzado de brazos, pensé que tal vez ya se sentía satisfecho con su obra, con su vida, con el mundo y alegre puede decidir retirarse, como Nervo, en paz.

“En la noche uno se cansa de acostarse a dormir / y no saber si habrá otro día, /si llegarán nuevas manos, / si habrán bocas que pronuncien nuestros nombres / y sepamos que somos nosotros”, escribió en Los Dones del Insomnio.

Guardo cuatro libros autografiados por él, y el recuerdo de un amigo, un hermano, de un ángel que sin alas emprendió el vuelo. Muchos lo recuerdan como se recuerda un santo, mi hijo también así lo recuerda.


                          Jaime Ruíz, Ciprián Cabrera y su esposa

Este texto fue publicado en la revista nacional Tierra Adentro, número 176, perteneciente a los meses junio-julio 2012, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, como un homenaje al extinto poeta tabasqueño.

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[1] Coordinaban el taller “En busca del tiempo perdido”: Álvaro  Solís Castillo, Jaime Ruíz Ortíz, Daniel Peralta Guzmán y Benjamín González Sumohano.




3 comentarios:

  1. Se agradecerían muchos más anécdotas de Ciprian Cabrera

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  2. Jaime, no pudiste describir de mejor manera a mi tío. Hoy a dos años de su muerte es muy grato leer lo que todos veíamos en él y recordarlo como un santo. Te agradezco. Saludos!

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  3. Supongo que donde anduvo, fue sembrando amigos. Conocí a Pano por su hermano Javier cuando tenía yo 12 años, pues estuvo unos días por Xalapa, Ver., visitando a su hermano. Sería 1979 o 1980. El tendría unos 28 años. Se fué y unos meses después, el día de mi cumpleaños (nunca sabré como indagó la fecha) llegó un telegrama para mi. El telegrama decía "Feliz cumpleaños querido Javier, de tu amigo Pano". Fue una gran enseñanza para tratar a los niños con afecto y respeto. era un maravilloso hombre.

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